domingo, 3 de marzo de 2013

ALONSO e ISABEL, por Marisol Marrero

Alonso e Isabel, novela basada en los amores del conquistador Alonso de Ojeda y la india Isabel.



Mar Caribe: Siglo XVI

Una indígena en los primeros tiempos de la conquista, se ve a sí misma, no solo enamorada del colonizador español Alonso de Ojeda, sino también convertida en su cronista, ya conocida con el nombre cristiano de Isabel y con dominio de la lengua del colonizador. Pero ella, como cronista de esta novela, simboliza dos elementos singulares que rehacen de otra manera la historia conocida.

Los sucesos son contados desde un punto de vista personal que se conjugan con el contexto de los personajes históricos, más que oficial es la crónica intima, erótica. Enmarcados por la visión femenina del amor. Bien lo resume este epígrafe de la novela, donde Serta de Lespinasse dice: Os amo como hay que amar: con desesperación. Así ama Isabel a don Alonso, con todas las fuerzas de su juventud y de su libertad agreste del Nuevo Mundo, así la llamaba Alonso, Nuevo Mundo, mi amor.

Fragmentos de la novela:
Entré llorando en la que había sido mi casa. El reloj de arena que me regaló un día don Alonso se encontraba como un idolo en su nicho de mampostería. Se veía extraño en este ambiente lleno de telas de araña. ¡Los indios no se atrevieron a tocarlo!
En mi alcoba, permanecía la cama, inmune a la desolación. A la madera húmeda, le habían nacido ramas llenas de verdes hojas. Sus patas, habían enraizado. Seguramente recordaban el amor que las sostuvo...
…Alonso e Isabel hacen el amor bajo la influencia de la pócima sagrada nombrada por los indios Yagué;
…Tomé su cabeza entre mis brazos y la atraje hacia mi boca. Ahora quería sus besos, pues de ellos se desprendían mariposas, montones de ellas que sobrevolaban nuestros cuerpos, para luego perderse selva adentro. Salían por las ventanas de la choza, por los huecos del piso, incluso traspasaban las paredes. Fue una noche de besos interminables, profundos, cada uno se alargaba en el infinito. Ahora las flores crecían multicolores en sus labios, cayendo al suelo para formar un lecho aromoso. Nuestros labios recogían la luz de la luna asomada en los altos ramajes, que comenzaron a moverse ligeramente generando un airecillo repentino, que refrescó nuestros cuerpos, sudados de tanto amor. Y ahora el beso más profundo, el de las aguas, el de las lluvias perennes, el de las inmensas cascadas. Todo fluye de nuestros labios, mi cuerpo se cimbrea intensamente queriendo ser penetrada de una vez, pero él insiste en prolongar el placer. De pronto, el gran estruendo dentro de mi cuerpo, el estallido infinito, irrepetible: porororoco… decimos nosotros, que en voz indígena significa "el encuentro de las aguas". El grande y potente río penetra en las aguas salobres de la mar, choca contra ellas en un rugido ancestral, interminable, sobrecogedor. Yo daba vueltas y vueltas en el aire, él flotaba sobre mi vientre en espasmos sin fin, y otra vez y otra, y ya no puedo más. Grito tan fuerte que se alborota una bandada de pájaros, como si hubieran oído el disparo de un arcabuz. Él cae como un ave herida sobre mi cuerpo y se duerme en él. Yo acaricio su cabeza suavemente para que no despierte nunca más y quedarnos así para siempre. 

1 comentario:

  1. Precioso video, Marisol, y el fragmento de la novla también ¡provoca leerla!

    Besos!
    Blanca

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